EL CÚMULO DE LAS LETRAS
Acaba de concluir el capítulo que habla
de cuando Lola viaja a Barcelona para ver a su hija,
a Rosa, y ya no sabe cuándo volverá a disfrutar
de este conjunto de páginas,
el número de meses o de semanas que pasarán, la cantidad
concreta de tiempo que tardará en repetir la experiencia,
ya no puede decir en qué momento le inspirará
parecida ternura la imagen de la muchacha, de Lola,
bastante descarriada. Semejante trabajo y esfuerzo,
tanto por parte del autor como del lector,
para pasar sin apenas detenerse por estas páginas
y abandonar de repente estas gustosas letras,
y, con alguna urgencia, ir a dar enseguida
con el siguiente capítulo
igual de hermoso, de artístico, fruto también
de un parecido esfuerzo literario y filosófico
por parte del novelista. ¿Hasta cuándo entonces?
Porque enseguida debe pasar a otro libro
casi perfecto de manera parecida,
y poco después a otra novela del mismo autor, y
a leer a otros autores también célebres
y, tal vez, no menos dotados
para la creación literaria. Y así, lectores y autores empedernidos,
de forma continuada.
Gaspar Jover Polo