Si he de ver el reflejo de mi miedo,
asomarse en el sueño que me embarga,
no tendrá que encontrarme sin remedio,
tembloroso acogido de mi manta.
No me eximo tampoco que me arranca
sinsabores nocturnos con denuedo,
pero, siendo sincero, solo aparca
en mi vientre, la muerte, algún consuelo.
La valía del hombre complementa
los temores que siente por su tuétano,
pero siempre prefiere ser el ébano
que, a pesar del torrente, no se agrieta,
permanece afrontando el temporal,
siendo el mismo su dueño y nada más.