Me escurrí de tu vida
porque encontré laberintos
que ni sabía que existían
y aún así obnubilaban.
Y te besé los pensamientos
para que me veas
para que me oigas
para que me huelas...y nada.
Me despedí de tanta palabra
porque no tenían caminos
ni huellas para velarlas
y morían a la tarde
junto al canto de tu sombra
con ese rayo de luna
con ese manojo de música
con las caricias apagadas.
Y me bajé de ese muro
para pararme en mis pies
para sentirme otra vez
sabiendo que aún tengo pisadas.