Fatídica tarde aquella
la sangre rodó
y creciendo como bola de nieve
traspaso las espadas fulgurantes
que protegían al paraíso
y a la cinco y treinta de aquella tarde fatídica
dejo de existir, aplastado por
la sangre de Abel
¡oh Caín! que nos ha hecho
nos ha dejado sin paraíso.¡