Bajo la caprichosa noche de invierno
allí estabamos debajo del firmamento;
fuertemente nos estrujaba el aguacero
sobre aquella loza helada de cemento.
Los granizos salpicaban los andenes,
deseosos de arañar aquellas calles,
pues la lluvia, vigorosa y desatada,
turbulenta, vorazmente me arrasaba.
De tu mano yo corría, venturosa,
con la piel erizada de aquel viento;
con el frío congelándome los huesos,
presurosa me escapaba del estruendo.
Sin abrigo yo corría de tu mano,
con la lluvia intempestiva y afanada;
sin embargo, al mirarte me di cuenta
que, mojada, a la deriva me encontraba.
De repente pude ver, por un instante,
que a mi lado no veías que yo estaba,
ya que el frío a tu espalda no azotaba
pues el sueter que llevabas te abrigaba.
Con tu abrigo de piel negra me mirabas,
no viste que a mí el frío me embargaba;
esa noche lo entendí, por un instante,
por más que lo decías, no me amabas.
Andrea Chica๐