Mi dulce terrón de azúcar,
despiertas mis sueños dormidos
que se despabilan y se acicalan con tu mirar.
Mi príncipe de batallas inacabables,
surges triunfante con tu majestuosa estampa,
aun cuando las luchas son cruentas e inevitables.
Sábete Rey y Señor de mis poemas,
uno no elige a quien amar, sino es el corazón
que vuela y se posa donde se siente inspirado.
Así es el amor… inexplicable y extraño;
va hacia donde quiere, indómito es su actuar…
ya no hay resistencia, solo que fluya hay que dejar.