El fuego intestinal,
se cuece en mi interior,
clava su espada en mi vientre,
me duele,
y no se apaga,
sigue en mi útero, cortando y sangrando.
La alquimia no termina,
se alarga, se estira, en un elástico angustioso,
esponjoso, acuoso...
La garganta se retuerce
en un nudo eterno,
no afloja, tironea
y tironea hacia atrás,
llega a la mandíbula,
la endurece en franca rebeldía,
el trauma se acumula
y el desprecio en tu mirada aumenta.
Es una trampa,
poner la energía en quien no te valora,
y cuando al límite por fin lo mencionas,
oirás, esas palabras que evitaste escuchar,
son tus traumas con los que cansas.
Entonces si ves maldad
te la tragás,
si ves abuso emocional
te callás,
porque son tus traumas no más...
y sabes que?
ya te mande a pasear,
y en mi mente aclaré
en un simple poema,
mi preservación...
mi vulnerabilidad es sagrada,
mi empatía también,
aunque me cueste la vida.
Y sí, así de intensa soy.