Ivette Urroz

Vestigios del Torrente Seductor

Algunos mundos muertos ya no imitan:

sus oscuros motivos nos comprimen.

Litigan, entierran sus garras luctuosas,

y se desvanecen, eclipsados de esplendor.

Mis lozanías barnizadas ostentan;

ostentan mis recreos, picarescos, en reticular aprieto.

Se adueñan del torrente seductor,

sellan con torpeza roja los fragmentos del destierro.

Al tanteo, intranquilos, que ascienden por un pretil,

quedan despojados de su esternón;

la señal truculenta se deshace entre sus dedos.

De sus teorías marchitas de falsedades, exudo el veneno

de sus palabras fracturadas, tintadas de ilusionismos góticos.

De sus investiduras discordantes, aquí estoy; de su agilidad, mi ocaso.

Ante la ventana de discordia, con el delfín conciliatorio, se presenta

una vestimenta globular de panda nervuda, y derribo otra ventana de discordia.

Entre párrafos, me imitan las comadrejas del arcoíris;

entre párrafos, mis estertores heladizos avanzan hacia el zócalo imparcial.

De mis despojos sin auxilio radial, relumbran iconográficamente.

Sus palabras mullidas caen como cenizas calientes,

quemando lo que tocan, evocando el tacto y la sensación de mi dolor.

Despojo este jolgorio de carátulas fallidas, como un embrollo anochecido, y aún

más, los dados de mis símbolos corroídos, jadeantes, rebosan.

Ivette Mendoza Fajardo