Encendido como un sol obrando gestas,
cabalgatas de osamentas
frente al filo de las vistas
ya imposibles los caminos,
las ventanas casi abiertas
del castillo con su princesa
y el viento que no cesa mientras
me envenenan todo aliento
cuando apenas soy consciente.
Todo el ruido de las obras,
un trastorno aún a mayores
del que tengo ya y me sobra,
este fin del mundo ignoto
en un grito resumido
con insultos a mi nombre,
pero tampoco es que me importe
estar tan roto
de vuelta del precipicio
donde pude ser yo un poco.