Cuando la vi pasar a mi lado nunca imaginé la historia que comenzaría. Había tanta gente caminando a lado de nosotros y en todas direcciones, que locura la mía. Me encontraba absorto en mis ideas y asuntos por resolver en la semana, ella no sé en que estaba pensando y sinceramente no me importanba hasta que la miré a los ojos. Caminando y riendo con una felicidad de una conciencia limpia, riendo por algo que le contaban sus amigas. No advertimos al destino el choque de nuestros hombros al encontrarnos "sin querer" aquel domingo de invierno, fue un choque tibio además de haber sentido la delicadeza de una piel pura como la nieve antes de caer al suelo. Nos miramos al mismo tiempo esperando quien de los dos pediría primero disculpas, obviamente yo lo hice y como respuesta le inspiré la sonrisa más expresiva que jamás antes haya visto (nisiquiera en las obras de arte de Sigmar Polke y George Grosz por nombrar algunos), ese fue el mejor regalo en toda mi vida. Quise mantener la mirada fija en sus ojos pero no obtuve un buen resultado, los nervios y la inexplicable tartamudéz que mantenían cautivas mis cuerdas vocales apenas pudieron soltar un hola para no hacer notorio mi nerviosismo. Sus amigas rieron a mi respuesta y le hiceron apresurar el paso ya que una de ellas le mostró la hora, seguramente iban a ir a algún lugar por la prisa que revelaron. Ella hizo un ademán para esperarla un momento entonces caminó hacia mi, (podría jurar que olía la fragancia de su largo cabello negro y entre más cerca mi nariz no podía resistir a tal perfume de afrodita) y dijo solo un hola....
(continuará)
J.C