Tengo que seguir esperando
hasta que la palabra
se encuentre con mi voz
y haga mío el lenguaje
que me permita decir aquello
que desgasta mi silencio
y desborda mi imaginación.
Tengo que seguir esperando
hasta que mi vida deje de ser mía
y otra sea la que pueda narrar
lo que abunda en mi experiencia
sin que pierda el sentido de ella
ni me enrede en sus resquicios
lloviendo al llamado de la estación.
Tengo que seguir esperando
hasta que se agote la ilusión
de creer que hay un lugar
en el que mi verso descuidado
se hace uno con el tiempo
y abraza con satisfacción
la promesa de eternidad.
Tengo que seguir esperando
lo que tal vez nunca llegue,
pero a lo que no puedo renunciar:
Un recuerdo en mi memoria.
Unas palabras que lo abracen.
Una voz que ya no me pertenezca.
Y que la espera me sea ajena.