Entorno a las fronteras del cuadrado,
del desdén de sus ángulos y aristas,
borbotan cual volcán, los narcisistas,
quienes pugnan un seno denostado.
El margen y el confín del escenario
arrojan vuestra testa al precipicio,
mudando hacia un trayecto subrepticio
despojos de un vector imaginario.
Dijeron que la magia de un barrunto
se cierne en lo casual y lo fortuito;
mas pienso que veré hasta el infinito
cinismo y necedad a contrapunto.
Ni rocas ni humaredas ni cortezas
podrán salvar el torno y la figura,
si no culmina al fin la conjetura
de un díscolo ajedrez de torpes piezas.
De Heráclito entendí que las cenizas
no solo son el culmen de una hoguera,
sino que son epítome y quimera
de mandos, disimulos y ojerizas.
¿Acaso alguna vez se lo advirtieron,
el costo de la espada y de la capa?
¿Podemos no fingir que su solapa
demuestra que mataron y mintieron?
¿Podrá la sucesión de aquesta mano,
cargar la ingravidez de vuestro cieno?
¿Será que de verdad les es ajeno,
que son polvo derruido en este plano?