Cuando me lees,
¿sientes cómo tus dedos tiemblan sin tocarme?
No busco entrar en tu mente;
quiero deslizarme entre tus costillas,
ocupar el vacío donde escondes tus secretos
y volverlo mío.
Dime, ¿en qué momento la palabra
se volvió carne?
¿Fue en la curva de un pensamiento
o en el roce de una frase perversa que no sabías que deseabas?
Sé que no solo estás leyendo;
te estoy desnudando.
No de ropa, sino de certezas.
¿Me dejarás también habitar tus contradicciones,
ese rincón donde deseas y temes a la vez?
Imagino cómo te cuestionas,
cómo construyes muros con una mano
mientras con la otra me abres la puerta.
¿Es eso lo que llamas control?
Porque aquí, entre líneas,
ya me has permitido entrar.
¿Quién soy en tu cabeza ahora?
¿El eco de un gemido que nunca soltaste?
¿El peso de una mirada que te desnudó
sin pedir permiso?
¿O soy solo una sombra que te recuerda
todo lo que aún no te has permitido sentir?
No me respondas.
Respóndete a ti misma.
Porque si este texto se funde contigo,
no soy yo el que se queda en ti,
sino tú la que empieza a pertenecerme.