alupego (Ángel L. Pérez)

GRITERIO...

GRITERIO...

Vocifera el necio.
Que lo demás lo olvida.
Su falaz griterío.
No obedece a la música.
Que en el ambiente suena.
Y la razón se aleja.
De su mente, ya enferma.
Ya no oye, ni gobierna.

Oír, no tiene precio.
Es escuchar lo auténtico.
Aprender de lo oído.
Y seguir el sendero.
Con las puertas abiertas.
De la mente, sin trabas.
Expectante a lo oído.
Por si aprender se puede.

Grita el débil sin causa.
Y escuchar ya no puede.
La  conciencia está ausente.
Ya la mente no piensa.
Solo se oyen los gritos.
De su gran prepotencia.
Hasta callan los grillos.
Ya el  pensar se atolondra.

Y la paz ya se ha ido.
Hacia otra locuaz senda.
Ya no se oye al jilguero.
Pues los gritos le atontan.
El amor sale huyendo.
Que el griterío, le ahoga.
Se repliegan los labios.
De quien su oído atruenan.

Está quedo el amor.
Cuando el grito exaspera.
Y se acalla el sonido.
De las notas más bellas.
No soportan las voces.
Las almas primigenias.
Y hasta la flor marchita.
Se ahogó la voz más bella.

Ángel L. Pérez ®
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24/12/2024