Ricardo Raphael Cabanillas Castañeda

Divenire: El diálogo entre el corazón y la conciencia

Para: Ariadne Elizabeth, Deidri, Eliceidre, Elydeibel, Elizadry, Deiliza, Dinobel, Dinociel,Dinolathiel, Deidre.  Addio, mio bacio scioglierà il silenzio che ti fa mia

No quiero perder esta versión mía. En contraste con ella, después de ella no volveré a ser yo; la amo, y la inmensidad donde me perderé lo sabe.

—Exclamó Phoebe.

Sus ojos se movían, posándose en el vacío, justo en ese ángulo donde se enaltece la conciencia.

Frente a él estaba Synesis, cuya presencia era del color de las leyes, un aura dorada, firme y calmada. Bajo aquellos oscos y tristes momentos, sostenía la unidad humilde y marchita de Phoebe, quien cargaba un concierto de navajas en el pecho, frente a la implacable idea de que ya era tiempo de soltar.

—¿Soltar qué? —preguntó Synesis, su voz suave, pero cargada de intención.

—Dejar esa verdad... esa emoción mal recibida —respondió Phoebe con un suspiro.

En efecto, él había conocido personas en su pasado, pero nunca pudo generar en su pecho luces, destellos, lumbre y sol.

\"Mi amor es distinto\", pensó, mi amor es por primera vez.

Desde pequeño aprendió de fulgores y fantasía, sueños tejidos con ráfagas de sinestesia. Era sensible, entre el viento y la armonía que merecen las personas, en cada vibra de las hojas acicaladas que cortan la belleza de este mundo.

Nunca jugaré con mis propias emociones. No me perderé en la letanía mundana. Mi creación llamada amor será cuidada por alguien sumamente especial. Alguien que no fuera meramente el deseo, ni un encuentro fortuito e innoble. Alguien cuya personalidad sea un beso de marfil puro en la moral.

Alguien quien es Deidre, su nombre es un eterno sueño. Su refinada esencia va revestida de gracia que brota por su mirada de miel. Una mujer esculpida por su propia delicadeza, de euritmia natural divertida en los labios. Bella, bella, bella en todo detalle. Elegante, de buenos modos y de precioso corazón.

—Me encantaba mirar su sonrisa retratada en fotos —exclamó Phoebe, cerrando los ojos, invadido por el deseo de morir, mientras el azar, eterno cómplice de la ironía, lo envolvía en golpes de vagas canciones, desteñidas en la boca de la tarde, cuyas letras se burlaban dulcemente de su dolor.

—Saber que existo y ella nunca más en mí, saber que no merezco ni una expresión elemental de humanidad de su parte ... me enseña que el dolor siempre debe ser respetado. Mi amor por ella, aun roto, sigue siendo lo mejor que he creado.

Synesis lo miró con atención, dejando que el silencio se deslizara como esporas flotantes en el envejecido salón.

—Entonces, ¿qué es lo que ocurrió? —preguntó.

—La verdad, siempre fui un mar, muriendo por tocar su orilla. Deidre, un horizonte lejano, siempre parcialmente ajena a mi realidad y a las complejidades de mi fuero interno. Me sentía atrapado en la caverna de Platón, observando solo sus siluetas. Era natural que ella se hallase ocupada, a veces difusa, a veces en escape. Yo era el mar, ella el viento, y cuanto más se alejaba, más quieto me volvía.

Por sutileza o distracción, olvidó mis fechas importantes, incluso el día en que me convertí en maestro. Por otras razones, me agendó bajo un término británico que no debo detallar; irónicamente, me convertí en aquello al ser redundante y no deseado. Ella no sentía mis heridas, ni creía en ellas, yo las curaba bajo el aleteo de mi soberbia y el romance resiliente de mis ojos que reclamaban siempre un día verla. En ocasiones ella caía en sus profundos abismos y rechazaba mirar más allá, asfixiada por su propio dolor. Su forma de ser, no era su culpa. Esta vida humana no es más que una herida abierta al universo. Mi mayor error fue no mostrarle la intensidad de lo que sentí.

Phoebe quedó en reflexión sobre ello, su voz se quebró al decir:

—La traté como a una mortal, cuando era mi diosa.

Synesis, con un destello de gravedad en su mirada, replicó:

—¿Estás seguro de que la amas?

—La amo mucho, ella es mi única verdad. Pero también sé que la inseguridad era un reflejo en ambos; los dos tejimos nuestra distancia sobre la distancia.

—Basta—exclamó Synesis—, eres hombre, estás diseñado para sufrir, para trascender. Tú siempre criticaste y rompiste la cultura de la justificación. Si tanto fuiste un líder con el resto, ¿por qué no fuiste quien direccionó los modos con ella? Tú eras el mayor. ¿Acaso dirás que la suerte se burla de ti?  Por qué no mejor recuerdas tus palabras sucias, tu actitud vesánica. No eres nadie para engañar a tu moral. En los hechos cumplidos, llevarás el pesar donde sabes que fuiste un desatinado. No eres lo que profieres. ¿Acaso no recuerdas esa noche, dónde en un aletazo de tu verdadera cara, expulsaste aparentemente tu verdad?

Phoebe levantó la cabeza, sosteniendo incomodidad en el rostro

—¡Tú fuiste quien mató tus sueños! ¡Tú la apartaste! —¿Por qué fuiste tan intransigente? ¿Eso eres tú? —profirió Synesis.

Revolcados demonios de agua, arañaron el calor de los ojos de Phoebe.

— Lo sé —  admitió Phoebe, aquella noche, me transformé en todo aquello que desprecio, un ser errático, irrespetuoso, un mal elemento. No tuve el valor de reconciliarme conmigo mismo, mucho menos con ella. Pero no puedo evitarlo, la pienso constantemente, quiero demostrarle lo que sien…

—Silencio —interrumpió Synesis con firmeza—. La verdad es que estabas harto, y era innegable.

—¡SABES QUE NO! —replicó Phoebe—, esa es una atribución que rechazo. Aquella tarde, una breve actitud de Deidre me incomodó. Era una acción menor, algo que con el tiempo olvidaré y ella, seguramente, ni siquiera notó. Sin embargo, no fue lo que realmente me condujo al enojo. Esa misma noche, mientras me cruzaba con un grupo de conocidos, una persona neurótica e intensa, me abordó de forma inesperada. Su insistencia me perturbó y, tras rechazarla, llevó a cabo un acto grave, algo que jamás había experimentado antes. Cuando finalmente se calmó, me dijo: tu relación a distancia no tiene futuro.

Al apartarme de ello y dejando atrás ese contexto de bandas de rock, me percaté que, dicho percance había llegado a oídos de mis conocidos, quienes hicieron comentarios, impulsados por el alcohol: uno de ellos me preguntó por qué había rechazado a una mujer. Respondí con sencillez: \"Tengo una relación a distancia\". Entonces, alguien añadió: \"Pero una relación a distancia es de tres\".

Esas palabras infestaron mi mente. Recuerdo que vi en mí un dolor de fuego en contraste al recuerdo de como Deidre me había tratado por la tarde. No debí ser tratado así me dije. Salí inmediatamente y en el camino, revisé mi celular y le escribí. Mi mensaje fue directo: quería alejarme de ella, dejar todo atrás.  Me encontraba distorsionado, y cuando llegué a casa, algo en mí aún necesitaba contarle lo que había pasado; quería contarle lo grave que me sentía, pero no obtuve respuesta.

Ese silencio me dolió profundamente. No podía evitar pensar que ella salió esa noche, bajo el alcohol y el relámpago de las escenas de todo lo vivido, me acosté fulminado. En mi mente, se construyó una historia en la que su falta de respuesta a mis llamadas confirmaba mis peores temores. Cuando finalmente respondió, exploté. Le dije cosas terribles, hirientes. Me convertí en un ser ajeno, me desconocí. Fui aquel tipo de sujetos que busco proscribir, un hombre intratable, intransigente, irracional, dominado por la frustración.

Phoebe, explicas las cosas, pero no veo justificación alguna. No es de justicia —dijo Synesis—.

Eso no se merecía Deidre, eres responsable de tu acto, lleno de culpas. Sea como sea, sea por el alcohol, sea por tu negligencia en no filtrar a tus amistades, tú has tenido el tropiezo en todo. Asume las consecuencias, la maltrataste.

Phoebe: Lo sé, y lo asumo plenamente. La he sufrido, la sufro aún y la sufriré más. No tuve cara para hablarle, debí hacerlo, debí mostrarle con hechos lo que soy. Solo me atreví a hablarle, cuando mi conejo 400 cayó enfermo, pero ya era demasiado tarde. Ella es mi dolor convertido en belleza, en persona. Habrá muchas personas en este mundo, pero yo solo la quiero a ella, porque aún no he trascendido de mí mismo: de este sentir.

Ella, en cambio, encontró —o encontrará— a alguien que le brinde lo que yo no, alguien que la haga dejarme atrás. Creará una nueva ilusión, verá en otros lo que oculté y no supe demostrar. Tuve temor de entregarme de la manera más plena, pensé que era una expresión de debilidad, ahora sé que el amor es un es un nítido caudal de impulso, es la calidad del yo. Dar es demostrar de lo que está hecho uno, y si uno no da nada, pondrá en evidencia cualquier cosa, menos amor. Lo entiendo. Pero perdí mi oportunidad, no merezco cruzar mi mirada con la libertad de su vida. Ella merece ser feliz.

Mírame, estoy condenado a extrañarla. A preguntarme por la risa solar de los hijos que no tuve con ella. Siempre quedará en mí la duda, de si con ella todo hubiese sido mejor. Hoy por hoy, sé que prefiere verme como un cajamarquino anacrónico, machista, tacaño, mentiroso, detestable a todas luces.

—Pero qué intenso eres, Phoebe- exclamó —Synesis

— Es lo cierto, yo también me veo como un indigno. —replicó Phoebe.

y sobre todo lo dicho, hay algo que deseo consultarte, Syanesis, y para ello preciso de tu mejor criterio.

— ¿De qué se trata? —cuestionó con serenidad el inquiridor

Sabes de esta fiesta inmensa, Navidad, un movimiento que pule los corazones níveos, limpia las esperanzas, es una pausa sagrada para que este mundo deje der ser lo que es. También es mi ilusión, el cálido color de la armonía intima. Lástima que la pasaré desligado de mi propio corazón.  Quisiera dejarle un presen ...  

Synesis: espera un momento ¿En verdad estás diciéndome esto? ¡Estas distorcionadísimo de perspectivas! Noto, que tus palabras vesánicas, regresaron en tucontra como un karma cristalizado en tu vida.

Phoebe: En esencia, busco dejarle, una carta de genuina despedida indicando que me disiparé, de la siguiente manera:

“Deseo agradecerte por el tiempo que compartimos y por los momentos felices. No espero nada, solo quería desearte paz, amor y felicidad en tu vida. No interrumpiré tu libertad, con el deseo sincero de que encuentres todo lo que mereces.”

—¡Despedirte es lo correcto, lo demás, no! — indicó con firmeza Syanesis.

No eres la persona pertinente en su vida, ya no. Antes y después de los regalos, ¿qué eres para ella? Eres el mismo de hoy. Quieres arreglar un problema que ya no existe, ella ya se fue, no existe ni existirá más.

Phoebe: Entonces realmente todo se echó a perder, soy lo peor.

Synesis: Lejos de que pretendas hacerte la víctima, pues, tampoco es correcto. ¿Crees que en verdad eres lo peor?, ¿Aquel mal momento, es el crisol de tus acciones perpetuas? Es cierto que ella dejó un juicio irrevocable sobre ti en clave a su libre y razonable visión, pero, aunque el eco de sus palabras resuene en tu interior, debes preguntarte: ¿esa visión es realmente reflejo fiel de tu ser o solo un fragmento distorsionado? Así como los lexemas no son la totalidad de la palabra, ni sus fonemas la totalidad de su sonido. La identidad de una persona no se reduce a sus peores momentos. Lo que hiciste es un error y asúmelo. Mejora, constrúyete, trátalo de modo efectivo. Sabes que tienes potencial y compréndela claramente tú la heriste. Ergo: Ella no es para ti.

—Phoebe, solo acepta y parte hacia la sanidad. Sé que eres bueno. Yo te conozco bien, pues yo soy tú, y los dos somos Ricardo. Sé que te admiro mucho y que eres precioso en tu emoción, siempre te abrazaré. Quizás se han configurado deterioros de una realidad incierta, tu —Deidre nunca volverá. Todo lo que hacemos, todo lo que somos, comienza y termina con nosotros mismos. Mejora, si quieres, lucha por ella, pero hoy no es el tiempo. Limpia lo malo y cuida tu esencia. Trabaja en esta oscuridad para servir a la luz. Siembra el equilibrio. Sigue en la academia, sigue litigando, sigue tu carrera en el Poder Judicial.

Deidre, no te dará una oportunidad, pues, como ya lo indicaste, alguien arrasará con lo que eras y creará otra ilusión. No tendrás oportunidad, ni redención. Solo despídete a tus modos, dilúyela con tu amor fugado en arte. Respeta el libre brillo de sus ojos expectantes hacía sus sueños.

R—Claramente su voluntad debe primar, amo su corazón y su mente. Sus modos de cuidarse del mundo, ahora tengo que cuidarla de mí. Quizás otra mirada, otra aurora de una voz, otro nombre, otro pensamiento de una mujer, se instaure sobre mi amor por ella y busque apagar esta ilusión. Pero sé que nadie se llamará más Deidre. Quizá este veneno llamado amor no me permita ver más allá, pero soy objetivo al decir que nadie provocará el mismo resultado en mi pecho, el mismo mega fenómeno, no me inspiraran lo suficiente para vibrar mi aura en los mismos hercios destellantes cuando pensaba buscando su presencia. Ella y yo, somos un resultado irrepetible en este insano mundo.  No me interesa si tengo personas rodeándome, yo siempre la elegí, aunque mis palabras se desfasen de cara a al futuro. En el secreto soterrado de mi corazón, siempre la elegiré. Estoy dispuesto a luchar por ella y únicamente así, en toda mi vida, solo por ella, aunque no me corresponda, pero lucharé en el marco de la razonabilidad y el respeto a sus decisiones. Toda virtud y, aún más todo defecto recaído en ella es aceptado por mi humanidad. Mis dedos y mis labios se perderán como lo ordenó, pero la voz calurosa de mi cerebro y corazón, Synesis y Phoebe, sabrán que mi alma se la dedico a ella. Fui más cercano a ser yo bajo la irradiante danza de sus elementos, pero me dejé sorprender por el miedo de sentir el verdadero amor. 

Mejoraré, y si ella ya es feliz, la respetaré y cerraré mis ojos para dormir mis sueños. Caeré en la inmensidad. Mi único brillo se diluirá por siempre en algo más de lo que hay. Sé que no quiero hacerlo, pero debo. Hay algo inmarcesiblemente noble en mi sentir por ella, no puedo desligarme de mi mismo…

No quiero perder esta versión mía. En contraste con ella, después de ella no volveré a ser yo.

Pese a ello:

En favor de su paz, libertad y felicidad.

Puedo desprenderme de mi sentir. Quiero transformar esta versión mía. En contraste con ella, después de ella volveré a ser yo, quizás alguien mejor para así volver a ver su luz.

Ricardo Raphael Cabanillas Castañeda

el amor es un viaje en el tiempo.