Hoy pienso y medito por Navidad.
Distinto, distante este año fue.
Amigos, familia, la confianza mudé.
La salud y la indiferencia familiar
hace la soledad muy dura de pelar.
La diferencia es una prueba social
y hagas o digas, nunca lo aceptarán
pero, ¿Saben qué?...Eso me da igual.
Me gusta mi forma de sentir y de ser.
Vivo en soledad, sin relacionarme más.
En mi habitación, mi mundo soy yo.
Y aun así, me siento protegido y feliz.
¿Cómo podría explicar mi existencia aquí?
A nadie parece importar, mejor es callar.
No lo soportaría, ser como los demás.
Es la diferencia entre el bien y el mal.
A veces siento una presencia celestial
cuando estoy triste o deprimido quizás,
esa cálida luz siempre me acompañará,
estará conmigo y aun después, vivirá.
Pasa el tiempo, fugaz y feroz como un volcán.
Repasando el pasado en vano, inútil fatalidad.
Que tonto he sido y que ignorante, de verdad!
Para qué lo sufrirás, si nada podrás cambiar?
Después de tanto tiempo de errar y tropezar.
De nada me arrepiento, si acaso de claridad.
De no saber vivir o de no emplear la maldad.
Mal que todos llevamos como pecado original.
Aunque no me puedo quejar. No me va tan mal,
Voy como en un tren que nunca se ha de parar.