Manos que
tocan lo into
cable,
lo que al
alcance
no está
del pensaje,
lo que
de dentro
sale para
volverse
cieno
y vuelve
a ser reguero
y muerte, vida
sin semilla
dentro.
—Sigo tras el punto y aparte.
Manos,
abiertas, los dedos
puntas de estrellas
apuntando un nacimiento, uñas
de queratina que ansían
pincharse contra una carne
de amor vibrante, putrefacta
en su recuerdo de azúcar
que se fue sin dejar rastro.
Manos, las tuyas,
las que veo pintadas
en el extremo queratinoso
de un marrón sucio, oscuro,
y anuncian noche de día, y vaticinan
un éxito sin precedentes,
un alcanzar la cima que ni ellas
mismas imaginan y no creen.
Manos, dueñas, contra la piel
siento su rozar, su pasar profundo
para adjudicarse un calor restante
que todavía tengo, y que es tuyo,
y del que, generoso, me desprendo
hacia el que ya posee dentro
para hacer su mar más grande,
más océano que antes, sin esperar
nada a cambio —ya que, de lo con
trario, no sería generoso la palabra
que encaja en este cuento—.
Manos... dentro de las mías....