Una lágrima me enseña el camino a un recuerdo
y mi vida se empecina a perseguir a esa huella.
Mi memoria se obsesiona en besar a los silencios
y mi alma, a dejar que la abrace la misma tristeza.
No puedo sujetar como ayer mis sentimientos
siento a mi corazón más débil y sin fuerzas.
Siento sobre mi cuerpo el paso del tiempo
y el dolor que a cada paso mi vida detrás deja.
Soy la continuidad del hombre que está prisionero
de la soledad con la que el alma siempre conversa.
Vacías están mis noches de estrellas y de sueños
pero aun así siento como la muerte corre por mis venas.
Sin tener piedad ni de mí ni de mis propios miedos
el universo gira como una inmensa rueda.
Y al girar, alguien me va dictando estos versos
para que mis lágrimas al fin no sean siempre eternas...