Lucen las estrellas en el cielo inmenso…
Nuestras manos culpables, entrelazadas,
se acarician tan suaves que el mundo se detiene…
Escucho tus palabras con atención orante
y miras mis pupilas con tus ojos de ardilla…
Recuerdo en esta tarde tu sonrisa en mi boca,
destapando palabras que ya había olvidado…
Tanta pena me dejas cuando te marchas siempre…
que imagino en mi mundo nuevos espacios mínimos
donde poder tenerte cercana a mis pupilas,
como el aliento mismo que sale de tus labios…
Y mientras busco en vano unicornios prosódicos
tu imagen se dibuja en mi mente tranquila…
Volverás, como siempre, cuando el sol se levante…
y volveré a abrazarte deshojando tu aroma.