Isabel Ortiz
Noctámbulo
Como el que se precipita al borde de sus sueños
y se sublimare en sus contiguas ideas,
como si de un estrecho hábito se tratara,
como si estuviera a punto de alcanzar la cuerda vaga.
Esa frontera entre dos abismos ensancha
la posibilidad de que en sus límites quede martirio,
que desiste al empujar su difunta oscuridad
y cae flotando en la realidad
como si su astuto cuerpo lo traicionara,
como si de un moribundo se tratara.
Desfallece al suelo desgarrador
para impregnar su última esperanza
y dejarla con un polvo seco, sordo y sin remedio,
que plantan la mano en vendas, compresas
desmedidas,
lo dejan con el rostro raído y pensamientos
percutientes,
y entre su somnoliento semblante
su insustancial mirada llana
teme perderse en el tórrido ambiente desenfocado.
Pregunta: —¿Cuál es la vida llena?
¿cómo es una vida ostenta?—
mientras agoniza en compañía de solitarias celdas.
La soledad es negrura, el dolor es negrura,
la intriga es la negrura del camino
y la humedad es negrura en su rostro raído,
la salida de ésta basugre se encuentra en la negrura,
una incertidumbre.
En ese palpable sueño
en el que estaba ese hombre cansado
empapado de cabeza a cuello
en ungüento de sudor y lágrimas
que si los hubiera visto,
también me hubieran enamorado,
me duele verlo en mis sueños
vulnerable y derrotado
como en aquella ocasión…
como en la última ocasión.
Cada pisada más errática y trémula
en cada chirrido del lugar,
en cada madera que se ha partido,
y entre un grito inaudible que ha sido irrumpido
lo anega la dura y calurosa pared,
con tan solo ver las telarañas añejas
será enterrado en su propia merced.
Se le clava en su propia lengua
el ambiente de un sufrir perpetuo
y lo escupe en el último aliento,
cuando vuelva a tomar conciencia se encontrará
en el alud de la locura y el estremecimiento,
solo quedará la oportunidad de encontrarse perplejo
ante tan intrincado aire desalentador
que entumece su propia aspiración.
—Todo es lo mismo, reprimir y ahogar
el luto de tu corazón,
desbaratar una situación
en la que tu mismo te has sometido,
será por la apatía y el tedioso procedimiento
que conlleva…
¿enmendar una problemática en donde nadie
(además de ti) resulta afectado?
Como si te sintieras fuera de esa obligación
pero dentro de esa derrengada necesidad,
donde estás a punto de ceder a la impasibilidad,
impasibilidad que por algún extraño motivo
te hace sentir una ablación del corazón,
una que quita lo malo, quita lo bueno
“¿Qué es mejor que un estado neutro?”
¡todo, todo es mejor que eso!— .
Parecía como si su lastrado cuerpo,
desvaído, flojo, casi muerto,
descargara toda esa aflicción en el húmedo suelo,
como si fuera el todo de la nada
y la nada del todo dentro de ese corazón en cimiento,
uno que… se vuelve a materializar con el tiempo,
uno que se está reconstruyendo.
Todo lo vale en ese último momento
aún siendo el último rocío bordeando un pétalo,
él único después de la lluvia.
Correr y arrastrarme desesperadamente
persiguiendo una sombra quebrada
que mientras más se dilata
siento como si la fatiga monumental
me estuviera abandonando,
ese rápido latido sofocante que de pronto se cansa
y pasa desapercibida mi presencia en la fría lápida.
Me pierdo en mi mirada,
y en ella se mira a través de la hendidura
aquella mano ligada palpando unas mejillas
tan suaves y sonrosadas, una bella muñeca…
—Bueno… pienso que es más preferible
mascullar mis calientes lágrimas
hasta formar dentro mío pequeñas piedras,
que dejar a éstas despeñarse por mi cuello—.
Aún dentro de mí, queda algo
que se las apaña para no morir,
pero hay un inmenso hueco
que constituye una visión desmoronada
por percibir en esas manos
algo más que un son de agradecimiento.
No buscaba perder de ese modo tan execrable,
estaba muriendo de la exacerbación de este anhelo,
pero era impredecible el hecho de saber
si cada que avanzaba
se asomaban cada vez más y más
aberturas que se diluían
al recordar que se acerca el final
de todo el mal sueño.
Aquel perdido hombre insomne de mis alucinaciones
que entre aspas de viento sedantes e incipientes
que caen a reposar sobre su pecho durmiente
se vuelca en el aire y se contrae
dentro del lugar tan miserable,
como pequeñas manchas del sol
que entran por el resquicio
y se mezclan en mis pupilas,
no deja divisar a lo que llamo yo,
el resultado de no suprimir las esperanzas,
pero intentar conseguir algo desesperadamente
sería como luchar contra la desilusión,
aunque realmente me gusta ir más allá
de una simple y borrosa percepción.
Vagar en mis sueños y hacer la voluntad
de una voz que no escucho,
una voz que no siento.
-Isabel