Las horas volaban pensado en ella.
Caminaba solo con el viento
en el rostro, escuchando como
mecen ramas en álamos blancos
cubiertos de escarcha plateada.
Apenas sombra, manto de plata
cubría la verdura escarchada
bajo de la ermita yo esperaba,
cara aterida por el gélido
céfiro al alba. Ella no llegaba.
Al fondo el rio, reloj apagado,
los ánades desnudos a la luz,
un sol dormido. Sintiendo el sentir
solo cuando miro nubes cubrir,
velo blanco, estrella aireada.
Entre nubes rayos enrojecen
mi rostro, son como sueños perdidos.
Vereda cubierta de recuerdos
dibujan flores bellas marchitas
cuando mi corazón piensa en una
bella dama que se esconde en la niebla.
No intento acercarme a ella, que puede
que si cruzo la niebla me encuentre
en un precipicio y al fondo el aire
invernal con silencio del olvido.