Dos almas conectadas mediante un pequeño hilo,
como si de un desastre natural se tratase, inevitable.
Huyendo del miedo de que la tormenta me atrape,
de que no vuelva a ver su luz,
desprenderme de la calma que nos pertenece,
de la calidez que me promete.
Y aunque la claridad del día se acerca,
la calma no llega hasta que encuentro el sosiego de su mirada,
a la cual me siento entrelazada entre miles de silencios.