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Enero y Diciembre.

Tan juntos, pero tan lejanos.

Enero y Diciembre vuelven a despedirse otra vez. Enero con su típica calma tranquilizadora y Diciembre con su típica risa que alegraría a cualquiera. Se dicen adiós porque solo se han vuelto a juntar para decirse un adiós. Los dos saben que son tal para cual, que son el yin y el yang, que son almas gemelas. Saben que se necesitan, puede que solo lo sientan a veces, pero lo saben. Se dicen un adiós doloroso que quieren cubrir con una falsa y lacerante sonrisa, los dos tienen el mismo pensamiento: “Te necesito”. Los dos quieren acabar con esta tortura de una despedida no deseada pero saben que no pueden. Enero simplemente se despide con la mano, porque sabe que si habla la voz se le rompería en tantos cachos que no podría reconstruirla nunca.   Diciembre con su voz distinta a la de siempre, esta vez es triste y apagada, intenta formular la mejor despedida para que no suene tan penosa. Se dan un abrazo, un abrazo que suelta todo. En ese abrazo se funden sus almas por última vez, en ese abrazo se demuestran que no es un adiós sino un hasta luego, en ese abrazo dejan de pensar y solo se abrazan. Enero, cuando abraza a Diciembre, nota en su abrigo sus esperanzas hechas una bola listas para ser tiradas a la basura y su corazón roto. Diciembre, cuando abraza a Enero, nota todos sus sentimientos rotos pareciendo que Enero los ha intentado romper. El abrazo se suelta, sus cuerpos se sueltan pero sus almas no. Se dan una última mirada de amor y cariño. Sin sentirse aún preparados, se dan la vuelta para continuar su camino cada uno. Pero en la pared se ven sus sombras aún abrazadas. Enero por primera vez siente que no puede controlar sus sentimientos. Diciembre se pregunta y replantea si darse la vuelta e ir hacia Enero.