sugeydi Lissbeth Treminio Villalobos

La muerte y su enigma

La muerte y su enigma

 

La muerte, esa espada que atraviesa el alma, abre caminos hacia lo desconocido.

El que parte emprende una travesía insondable; el que queda enfrenta un duelo interminable.

Surgen preguntas como dagas filosóficas, y remordimientos que, como diminutas hormigas, pican el corazón, inyectando gotas de un veneno lento, que arde, quema y duele en silencio.

 

El dolor aísla, desvanece la realidad. Es un océano feroz que no ahoga, unas brasas ardientes que no matan, pero consumen el alma, de a poco y sin piedad.

La vida, tan efímera, se diluye, pero el dolor, inmortal, persiste.

Es el dolor de la pérdida, de la ausencia de un abrazo, de un susurro, de un “te amo”.

Esa persona no solo partió de ti, se ha ido del mundo, a ese lugar donde el misterio reina.

Y entonces la buscas, incansable: en las nubes, en los bosques, en las tormentas, en los ríos, en el llanto, en el silencio, en los huesos polvorientos.

¿Dónde estás? ¿Dónde podré encontrarte, verte?

¿Cuándo volveré a abrazarte?

¿Cómo viviré sin tu presencia?

 

Tus pertenencias son reliquias, cargadas de un cuidado inútil, pues sé que ya no volverás.

¿Qué hago con la nostalgia de tu voz?

¿Con el peso de mis pensamientos que repiten incesantes reproches: “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?”

¿Con el eco de mis caprichos y torpezas?

¿Qué hago, finalmente, con tu ausencia?

 

En este dolor eterno, la vida sigue: marchita, pero resistente, como un recuerdo que arde y se niega a morir.

 

— Sugeydi Treminio