\"Y pensar que todavía creamos
que es más grande o más
útil la paz mundial que la paz
de un solo salvaje…\"
(La canción del espacio, Alfonso Cortés).
Nos perdimos en un mundo de algarabía
poseídos de Baco en los sumos de la vid,
en el cristal y la espuma,
en el vértigo de la risa danzante
al borde del abismo.
Fuimos aves sin rumbo,
teñidas de fuego y vino.
La noche nos envolvió en su manto de seda oscura,
suspendiendo las estrellas en un hilo de tiempo
a punto de romperse, como espada de Damocles
sobre nuestras cabezas.
Recostados en nuestras trincheras de almohadas,
protestamos el aniquilamiento del Medio Oriente
a través de la pantalla del televisor.
¡Ganamos la guerra con los superhéroes de Hollywood!
Las sirenas y los gritos de una ciudad herida
se filtraron por las rendijas de nuestra quietud.
Una mezcla de llanto ajeno y bullicio sin rostro
se nos quedó impregnada.
Nos ignoramos con los ojos apagados
y los oídos sordos
sin brújulas ni certezas,
como náufragos en un mar de desencanto,
donde las olas se estrellan contra manos vacías
y el silencio llena las esquinas de la habitación.
Buscamos señales de esperanza en el horizonte,
pero el cielo se ocultó tras las nubes grises.
Sólo quedó el susurro de nuestras voces
buscando a tientas un amor que no tenemos.
Nuestra victoria sabe a humo,
a amanecer dilatado en las sombras de un espectador,
al exceso de la noche anterior
y la resaca que asoma entre las viejas cortinas
arrugadas de un chinesco biombo.
Desgraciada reina
que arrebatas nuestras almas
mientras imploramos la paz desde nuestra quietud.
¡Oh miserable guerra! ¡Oh muerte!
Tu corona brilla en la penumbra de nuestra ausencia.
Tus manos de sombra y fuego tejen las cadenas
que arrastramos con la mirada absorta y lejana.
¿Qué es la paz,
si no un espejismo disuelto entre las ruinas
de los días perdidos,
cuando el hombre se alegra de haber triunfado,
mientras marcha hacia un horizonte que se apaga?
Aquí estamos, sonámbulos en la bruma de ayer,
pisándonos la memoria,
atados a la indiferencia,
sin comunidad y con las manos vacías de futuro.
Así aguardamos inermes el año nuevo.
Managua, 27 de dic. de 2024.
(Imagen: Goya. Los Desastres de la guerra)