Incapaz de tener hijos con las mujeres que ama, el hombre se siente incapaz de transmitir la profundidad de las emociones que alberga. En un intento por aliviar el peso de esta dura realidad, se retira a un mundo de fantasía, donde puede tejer las historias de amor que nunca pudo vivir. Cuando las mira a los ojos, tan cercanos y tan distantes a la vez, imagina un reino lleno de posibilidades, existencias alternativas donde puede ser su verdadero yo, abrazar y besar a sus seres queridos, sintiéndose a la vez un niño, un joven y un hombre. Sin embargo, inevitablemente, despierta de este ensueño para enfrentarse a la dolorosa verdad: no puede confesar todo esto, debe renunciar a ellas, convencerlas de que él no es el que necesitan, ver a quienes ama ser apreciados por otros y presenciarlos tener los hijos que él nunca podría darles. Y, aun así, esa misma comprensión imbuye de significado su lucha. En esencia, esto es amor verdadero, al menos, para él.