En la plaza donde el poema respira,
los versos se tiñen de cifras vacías.
No hay vuelo ni fuego, ni el alma que inspira,
solo un eco hueco que en el ego se aviva.
Los \"favoritos\" se apilan sin peso,
monedas de cambio en un juego avieso.
¿Es arte, acaso, si la musa calla,
y el verso se vende al que más halaga?
Un coro de voces alaban sin tacto,
se nutren de elogios, pero no de impacto.
El poema es trofeo, nunca una ofrenda,
y el alma que busca, ¿quién la recuerda?
Dejemos la cifra, volvamos al arte,
que el verso no mida su fuerza en baluartes.
Escribamos con sangre, con fuego sincero,
que el poema sea libre, honesto y entero.
Andrés Romo
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