SENSACIONES
“… y encontramos entonces
la mínima densidad posible”. (Roberto Juarroz)
Noto, cuando miro atrás,
que he escrito ya muchos versos,
que ha sido quizá excesiva
la largueza de mi verbo,
que tal vez debí acallar
tanto rebuscado estrépito;
y cuando, en mis vagas tardes
y en soledad, me releo,
pienso que ya debería
bastarme con todo eso
que he dicho sobre mis días
y acerca de mis deméritos,
que he gritado sin temblar,
vestido de desconciertos
y derramado al oído
de un papel sordo y discreto.
Noto que ya no me quedan
más discursos que los viejos
desatinos que soñé
en mi afán caballeresco:
ser un héroe, hacer del mundo
un lugar más placentero,
tender mi mano al rival,
ensalzar al compañero,
postrarme, maravillado,
ante el señorío del Cielo,
encontrar al extraviado
o resucitar al muerto.
Noto que a pesar de mí,
de mis osados intentos,
se van borrando las vidas
y empañando los espejos.
De quienes fui su legado,
pronto se desvanecieron,
y una memoria engañosa
va rellenando su hueco
como en una librería
de anaqueles pasajeros,
en los que un día, igualado,
seré un tomo polvoriento.
Noto que, con igual rumbo
que el que toman tantos sueños,
se van yendo las pasiones
como en un desfile tétrico,
y van pasando los trenes,
atestados de deseos,
por andenes imprecisos
a los que nunca me acerco.
Y no sé si es por desidia,
por omisión o por miedo,
que me advierto complacido
de contemplarlos de lejos.
Noto, en fin, que poco queda
de lo que una vez fue el céfiro
que impulsó las parcas velas
de mi barco somnoliento;
que se han ido los amigos,
los patrones, los maestros,
y ya no queda ahí afuera
nada por lo que dispuesto
pudiera estar a brindar
o a encabezar un festejo,
salvo el tránsito expectante
que me volverá un liberto.
Noto que el final será
más gozoso que el comienzo:
habrá lágrimas acaso,
y un par de elogios postreros
—justamente aminorados
en discrepantes criterios—;
pero unos y otros, apenas
con el decurso del tiempo,
se secarán de costumbres
y se curtirán de inviernos.
Entonces, como una brizna
de pasto a merced del viento,
mi nombre se irá ausentando
de estrofas y de lamentos;
seré yo también, apenas,
el esbozo de un recuerdo,
y, traspasado el umbral
que me conduzca al misterio,
seré huésped de una paz
carente de desconsuelos,
y el más sereno y más tenue
atributo del silencio.
© Pablo Cabrera 2020-2024