Pablo Cabrera

SENSACIONES

SENSACIONES

 

“… y encontramos entonces

la mínima densidad posible”. (Roberto Juarroz)

 

Noto, cuando miro atrás,

que he escrito ya muchos versos,

que ha sido quizá excesiva

la largueza de mi verbo,

que tal vez debí acallar

tanto rebuscado estrépito;

y cuando, en mis vagas tardes

y en soledad, me releo,

pienso que ya debería

bastarme con todo eso

que he dicho sobre mis días

y acerca de mis deméritos,

que he gritado sin temblar,

vestido de desconciertos

y derramado al oído

de un papel sordo y discreto.

 

Noto que ya no me quedan

más discursos que los viejos

desatinos que soñé

en mi afán caballeresco:

ser un héroe, hacer del mundo

un lugar más placentero,

tender mi mano al rival,

ensalzar al compañero,

postrarme, maravillado,

ante el señorío del Cielo,

encontrar al extraviado

o resucitar al muerto.

 

Noto que a pesar de mí,

de mis osados intentos,

se van borrando las vidas

y empañando los espejos.

De quienes fui su legado,

pronto se desvanecieron,

y una memoria engañosa

va rellenando su hueco

como en una librería

de anaqueles pasajeros,

en los que un día, igualado,

seré un tomo polvoriento.

 

Noto que, con igual rumbo

que el que toman tantos sueños,

se van yendo las pasiones

como en un desfile tétrico,

y van pasando los trenes,

atestados de deseos,

por andenes imprecisos

a los que nunca me acerco.

Y no sé si es por desidia,

por omisión o por miedo,

que me advierto complacido

de contemplarlos de lejos.

 

Noto, en fin, que poco queda

de lo que una vez fue el céfiro

que impulsó las parcas velas

de mi barco somnoliento;

que se han ido los amigos,

los patrones, los maestros,

y ya no queda ahí afuera

nada por lo que dispuesto

pudiera estar a brindar

o a encabezar un festejo,

salvo el tránsito expectante

que me volverá un liberto.

 

Noto que el final será

más gozoso que el comienzo:

habrá lágrimas acaso,

y un par de elogios postreros

—justamente aminorados

en discrepantes criterios—;

pero unos y otros, apenas

con el decurso del tiempo,

se secarán de costumbres

y se curtirán de inviernos.

Entonces, como una brizna

de pasto a merced del viento,

mi nombre se irá ausentando

de estrofas y de lamentos;

seré yo también, apenas,

el esbozo de un recuerdo,

y, traspasado el umbral

que me conduzca al misterio,

seré huésped de una paz

carente de desconsuelos,

y el más sereno y más tenue

atributo del silencio.

 

 

 

© Pablo Cabrera 2020-2024