Alberto Escobar

Y tú qué?

 

Reescríbete hoy,
y mañana, 
y el otro, y el otro...


No sé,
si estoy en lo cierto,
o si lo cierto es una masa, 
un universo que no se deja
amasar por cualquiera
salvo que la manos contengan
la dulzura necesaria para que,
seducido, se preste a la caricia, 
se avenga a que sus corpúsculos,
sus satélites, planetas y constelaciones, 
sean remodelados por un nuevo dios,
alguien —como tú— que con el calor
de sus manos, con la química 
que esa energía desprende, convenza
a toda la inmensidad que un universo
supone y se abra a cambiar, a reformarse,
a entregarse a una nueva forma, una
incertidumbre tan incierta que pueda dar
al traste con el equilibrio tan fino 
que tanto tiempo ha necesitado para forjarse,
y del que depende la tranquilidad de toda
la vida que habitamos sus rincones. 
Reescribirse —that\'s the question—
o morir, porque de no consumirse
aquello que se guarda para su conservación,
cualquiera sea la potencia refrigerante 
de la que hablemos, la putrefacción llama
a la puerta un día y pasa a mejor recaudo,
y otra vianda, no necesariamente mejor,
pasa a ocupar el vacío insondable 
que esa ausencia generó en una balda
determinada de un determinado frigorífico. 
No sé, cada vez mi no saber
es más profundo y la perplejidad
se ahonda más en mis arrugas..., cada vez,
no sé, y en un no saber me disuelvo
vencido por su invencibilidad, y mi imbecilidad
es cada vez más invencible...
y tú, ¿Cómo estás? ¿Qué tal ayer con la familia?