Aquí estoy ahogándome nuevamente,
No hay con quien quiera hablar,
No hay con quien llorar,
No queda lágrima alguna por derramar,
Y es que aprendimos que así debe ser.
Afortunados quienes cuenten con alguien,
Quienes tengan quien los escuche,
Y por, sobre todo,
Quienes confíen en que todo podrá ser empatizado.
El concepto desahogo no es propio de los hombres,
Pero ni mencionarlo tiene importancia hoy en día.
Aun gritando a la almohada,
Han sido tantas las emociones acumuladas,
Que, aunque tuviera un punto de partida,
Toda idea está tan incrustada,
A que los hombres no lloran.
Y los hombres no lloran,
Los hombres no decaen,
Los hombres somos fuertes,
Nosotros seguimos adelante,
Y si enfermamos,
No somos más que cobardes,
Llorones y ‘reclamones’,
No existe el derecho a emociones,
Pues, esta sociedad nos ha destruido,
Entre nosotros mismos no nos permitimos
Confiar en quien sea por lo que sufrimos.
Ya estamos secos de no llorar,
Con mucha suerte corre alguna lágrima
En los momentos de extrema risa;
No nos permitimos “sentirnos débiles”,
Pese a que cada célula nuestra grita por ello.
Se habla de revolución hoy en día,
Pero los hombres encierran más y más sus emociones.
El día que los hombres puedan
Llorar en los hombros que sean,
Habrá ocurrido una verdadera revolución.