Entre versos trazo caminos,
cada palabra un suspiro divino.
La tinta danza sobre el papel,
como un río que busca su piel.
Lleno de sueños, vacío de olvido,
el alma escribe lo nunca perdido.
Son ecos que surcan la eternidad,
y estrellas que iluminan mi soledad.
El viento murmura secretos lejanos,
me lleva al abrazo de tiempos hermanos.
A cada paso dejo mi esencia,
en este viaje de pura presencia.
Los árboles me cantan su vida,
hojas caídas, sabiduría compartida.
El sol, un testigo de fuego y pasión,
abraza mis versos con suave emoción.
En la penumbra de un cielo callado,
la luna me guía hacia lo olvidado.
Allí donde el tiempo no tiene prisión,
encuentro refugio en mi canción.
Las montañas, firmes y serenas,
me enseñan a alzar mis propias cadenas.
Cada cima un sueño, cada valle un temor,
pero nunca pierdo el valor.
Mis versos son lluvia, mi voz un río,
mi corazón un latido bravío.
Camino sin prisa, persigo mi ser,
en esta poesía que me vuelve a nacer.
Entre el amanecer y la noche eterna,
mi pluma, ardiente, nunca se frena.
Pues aunque el mundo se torne incierto,
en mis palabras siempre hallo un puerto.