EDGARDO

El verdadero amor jamás se olvida

En el crisol del tiempo, donde el destino
Tejió la trama de nuestros azarosos hilos,
Tu alma, estrella mía, fue mi destino,
Y en tus pupilas, abismos sin límites, me ahogo.

Oh, amor sublime, llama que consume,
En mi alma, volcán de pasión desatada.
Tu herida abierta, mi eterno emblema,
Sello indeleble de mi alma cautivada.

En himnos celestiales, mi alma te canta,
Oh, belleza divina, celestial visión.
Mis versos, ecos de un amor constante,
Un canto a la unión de nuestro corazón.

¡Falso quien afirme que el olvido
Puede borrar la huella de este amor!
El amante ausente, más perdido,
Ve crecer la llama, cual sol en el mar.

La memoria, cual fénix, renace y arde,
Alimentando el anhelo, eterno fervor.
Separado de tu bien, mi amada,
Mi corazón te busca, cual náufrago al mar.

Las heridas del amor, eternas cicatrices,
Sello imborrable de este amor profundo.
Permanece la marca, honda y punzante,
Un testimonio eterno de nuestro encuentro.