Señor, no alejes tu oído,
que siempre me ha oído.
Como la roja rosa une,
el amor de dos, inmune.
Tampoco desvíes tu mirada.
Velando otras ramadas.
Advierte, la venida del león.
Y el temprano arribo del halcón.
Eres mi escudo potente,
en la adversidad.
Y tú plena piedad,
Frena y aquieta,
a toda maldad.
Confunde en la espesa hierba al enemigo,
Para que confundido en su exaltación hierva,
arrepentido.
Si un verso nuevo, nace con amor,
Bendice, al que lo hace, de corazón.