Nada ocurre dos veces,
ni siquiera lo intentemos.
Nacemos sin repetirnos,
morimos sin recesos.
En esta escuela del tiempo,
nadie regresa al invierno,
ni al verano que se escapa
del reloj de nuestros dedos.
Cada día es un extraño,
cada noche, su reflejo.
No hay mirada que retorne,
ni un beso hecho de eco.
Ayer, mientras tu sonrisa
se filtraba entre palabras,
sentí que el aire traía
un pétalo de esperanza.
Hoy, contigo a mi costado,
el silencio me desarma.
¿Pétalo? ¿Cómo es el pétalo?
¿Es ternura o es nostalgia?
Explícame, dulce instante,
por qué la prisa te abruma.
Eres y por eso dejas,
dejas y por eso alumbras.
De la mano, en lo diverso,
caminaremos seguros.
Tú y yo, tan parecidos,
como dos reflejos puros.