Siempre vuelvo a ti, en voz baja,
como si fuera
a susurrarle a tus oídos.
Siempre vuelvo con mi antigua sed,
pidiendo agua,
encorvado,
bajo el peso de la húmeda tarde,
cavilando
debajo de los pilares de humo,
convaleciendo,
a lo largo de todo el silencio
y en lo ancho de toda la noche.
Siempre vuelvo, ladeando de la tristeza
vuelvo al silencio,
del silencio a la dicha del recuerdo,
silbándole al destino
como lo haría un músico
chocándole a su alma.