Entre irme o quedarme se me pasan los días,
sigo aferrado a tu presencia.
La tarde avanza y se acaba mi estadía:
en un inquieto vaivén se mece el mundo.
Tu presencia es perceptible pero evasiva,
tu estas cerca, pero eres intocable.
Los recuerdos de lo vivido laten en mi sien
insisten en que mi corazón no se olvide de ti.
La luz del día de apoco se hace tenue
y un espectral teatro de recuerdos me invaden.
Me encuentro en el centro del ojo del huracán;
no me miras, yo intento atraerte con mi mirada.
Nuestra presencia se disipa al instante,
y mi pregunta es “me quedo o me voy”.
EL ERMITAÑO SOÑADOR