No puedo…
volver a envidiar la paz de los muertos
luego de verte abrazada a la libreta
en el relente de la marea
suspirando a bocanadas
para tragar silencio.
En aquel punto quieto del tiempo
donde descansa la vergüenza
y arde la razón,
en ese eterno segundo de atardecer
donde lloran las sirenas
y naufragan los piratas.
Fuiste el cigarrillo consumido
en el escritorio del pintor,
serás la abstinencia sin sustancia
que roza suave el límite de mi cordura
domada por el pacto de vida
que me trajo entre el deseo y la prohibición.
Déjame contemplarte
antes de cruzar el puente,
déjame pecar enunciando tu nombre
quizás volteas por última vez.
Abrázame fuerte con ese arrebato
consiénteme y tutéame de nuevo,
acurrúcame en una pregunta
y despídeme en la respuesta.
Por favor… a veces recuérdame
ponme en tu lista de inconclusos
prometo aparecer en alguna lluvia
o en un viento con olor a flores,
siénteme en la arena cálida
o imagíname en alguna estrella.
En otro cielo, en otro mundo, en otra vida,
en la siguiente muerte.
Esa historia jamás contada
o ese delirio jamás leído,
esta hoja no tendrá punto,
será la obra jamás actuada,
el sueño ideal olvidado,
las cabalgatas pendientes,
un te quiero susurrado,
un anillo bajo tierra,
la sorpresa de un rencuentro
tocando a las puertas de la verdad…