jvnavarro
RELATO DE UNA LARGA TARDE/NOCHE
El día de la DANA,
alegre ella,
borracha ya
el gua que viene,
entre miserias increíbles
de unos medios de comunicación
poco trasmisores,
me envolvía de la calma
de la tarde cayendo triste,
Entre ligeros vaivenes
de las varillas de un reloj
señalando esa hora terrible
en que todo se apaga,
vi llegar por una calle
un coche ataviado con sirena estridente,
a través de la cual alguien
usando de la megafonía
se deshacía el gaznate,
gritando repetidamente:
¡ Todos a las casas
que el río se ha salido
y detrás mía su agua veloz viene!
Salí a ver lo que pasaba
y vi a las gentes,
entre ajetreos apartar
todo aquello que les impedía
ser más veloces
que el flujo de agua
descontrolado
y poco amigable
que llegaba
buscando las cotas bajas
de un desconocido
y nuevo lacustre paisaje.
Ya nada era posible,
ante el peligro eminente
de lo que no es causal,
ni tiene lógica aparente.
Cerré la puerta de la vivienda
como pude,
tras comprobar
el descomunal desastre
que encima se venía,
ya todos convertidos
en estatuas silentes,
con ojos que ven
y nada hacer pueden.
Vi a través del ventanillo
convertido en escaparate,
lo que parecía ser
un hecho anormal,
pues por allí
en mitad
de una avenida agradable,
paseada desde siempre
por seres humanos
con sus diferentes formas de entender
el mundo que se nos vende,
comenzó a aflorar todo aquello
que forma parte del mobiliario urbano
revuelto de enseres,
de un pueblo ya cauce
de un río salido a lo grande,
para demostrar a quienes niegan
lo que encima se nos viene,
que son tiempos de todo
menos de sentarse,
a leer las noticias que hablan
de temas sociales intrascendentes.
El agua veloz saltando
por encima de las lindes de las calles,
los contenedores transfigurados
en barcos a la deriva
chocando contra árboles y coches,
la opacidad del agua trasmitiendo
que aquello no era lo corriente,
pasaba veloz,
y en su superficie
a su suerte,
la vegetación arrancada
a los barrancos y riberas
de un río con muchos nombres.
Por allí cañas y ramas,
troncos de árboles,
cajones vacíos de naranjas y caquis,
todo tipo de objetos flotando,
transeúntes agarrándose
a lo que de ayuda bien les sirve,
coches ya inundados,
corre ya la sensación
de que la naturaleza
reinventada en el epicentro
de un debate,
ella sola decide
que hacer
y como emplear su fuerza descomunal
y grande,
en demostrar a quienes somos
coparticipes de la destrucción
de un legado impresionante,
que nada ya hacer es posible
contra el ímpetu de la naturaleza
con sus reglas imprevistas
para cuando ella dice:
¡Allá voy,
sepan que ahora ya es tarde!
A través de las ventanas
vi llegar la noche,
todo sin luz,
se oía el pasar del agua
y sin a nada a atreverme,
me dejé llevar
mientras pude.
Y el sueño me llegó
al igual que desde siempre,
como en otros días,
de otras noches,
y es que yo
a pesar de tocar el agua
y ver invadidos
mis espacios
por un torrente,
estaba en casa
ya ella palafito,
y tuve,
de verdad hay que decirlo,
suerte
y en esto se tiñe
el final de este verso
de innecesarias muertes.