Ely.M.

Sal

Nos negamos al colapso de aquel mundo que creamos.
Visualizamos un futuro creyendo que sería para siempre.
Era inevitable que después de los temblores se crearan grietas que terminarían por derrumbar las paredes que un día levantamos. 
Los intentos fueron muchos, tantos que quizá se convirtieron en sal. 
Sal que arde en la herida, 
sal que seca, sal en lágrimas.
Entonces viéndonos de frente sin decir palabra alguna presenciamos el final de aquella historia que un día empezó como empiezan muchas otras. 
Y el silencio marcó el adiós que ya era más que necesario.