Hoy despierta el día, vestido de luminiscencia,
un regalo secreto que la vida concede,
trazando senderos hacia futuros intactos.
La sonrisa del niño
es perla clara en el rumor de los humanos;
quiebra el peso de los días oscuros,
sus ojos escriben, en tinta invisible, la palabra confianza,
y en su mudez nos evoca
la bondad que todavía duerme en nosotros.
La sonrisa no traiciona.
Es el refugio del alma frente al paso del tiempo,
un reclamo callado
que implora abrazos limpios y sendas sin espinas.
Suave pacto de armonía,
en ella se graba el deber de quienes le guían:
erigir sueños que rocen el cielo,
cultivar raíces profundas en el árbol de justicia,
enseñar que el amor es el precio auténtico
de un espíritu que respira en libertad.
Y así, en su madurez,
su sonrisa se convertirá en la estela de otra luz nueva,
la herencia intacta de un mundo que siempre renace.
José Antonio Artés