Todavía estaba oscuro cuando desperté;
una ligera lluvia se oía sobre el tejado,
y su sonar me confortaba.
Me sentí seguro y amado
y traté que esos sentimientos me inundaran.
Era una mañana tranquila;
los pájaros aun no cantaban.
El sonido de algunos carros se oían a la distancia.
¡Ah, que sensación de paz,
me sentí agradecido!
Cerré mis ojos y respiré profundamente,
deseando que ese momento fuera para siempre.
Autor: Bernardo Azate Benítez