MIGUEL CARLOS VILLAR

Canibalismo daliniano

Canibalismo daliniano

 

 

Relojes,

que se derriten sobre la carne húmeda

de los amantes,

anuncian tiempos que nunca existieron,

minutos que se enroscan

entre orgasmos de arena.

 

Allí la carne se disuelve

en un delirio lúbrico,

banquete de sombras al filo

de un futuro por nacer.

 

Los ecos gimen

en las horadadas rocas de Port Lligat,

el aire se arremolina

como seda en llamas cubriendo sus torsos,

mientras sus miembros

se entrelazan como raíces

en el vientre de la tierra.

 

Todo late: las rocas, las sombras…; orgía sin fin

donde sus almas se reinventan a cada mordisco.

 

Es el lienzo donde dos cuerpos pintan futuros

en un inquieto horizonte.

Lenguas de relojes lamen sus espaldas,

mientras sus gemidos

se convierten en columnas de humo

hacia un cielo de néctar.

 

Los amantes se devoran,

no para morir,

sino para renacer como bronce

fundido por el tiempo,

entregados a la voluptuosidad febril

de un sueño que consume la realidad

como último festín.