Petrichor
De pronto,
una fuerte lluvia
se desparrama.
Su burbujeante sonido,
serenatea el alba.
Arrecia y llega la tormenta.
Relámpagos y centellas,
irrumpen el sagrado hogar,
sus actores no sucumben
y, en medio del vendaval,
se salvan.
Todo fue veloz.
Los truenos cesan
y el cielo gorjea.
El efimero episodio
es vencido por la paz
y un faro de luz, atisba,
que el insólito temporal
no vuelva y si vuelve,
sea canto floral.
La calma siempre vence
y más, a la tempestad.
Se engrandece la quietud,
cuando no hay nada
que temer,
surge la virtud
en un bello amanecer.
De la citadina mañana,
surge la flor acorde
al petrichor.
Huele a tierra mojada,
perfume de la morada,
fragancia de miradas...