Rafael Parra Barrios

Petrichor

Petrichor

 

De pronto,

una fuerte lluvia 

se desparrama.

Su burbujeante sonido, 

serenatea el alba.

Arrecia y llega la tormenta. 

Relámpagos y centellas,

irrumpen el sagrado hogar,    

sus actores no sucumben 

y, en medio del vendaval,

se salvan.

Todo fue veloz. 

Los truenos cesan 

y el cielo gorjea.

El efimero episodio 

es vencido por la paz 

y un faro de luz, atisba,

que el insólito temporal

no vuelva y si vuelve, 

sea canto floral. 

La calma siempre vence 

y más, a la tempestad. 

Se engrandece la quietud, 

cuando no hay nada 

que temer, 

surge la virtud 

en un bello amanecer. 

De la citadina mañana, 

surge la flor acorde 

al petrichor. 

Huele a tierra mojada, 

perfume de la morada, 

fragancia de miradas...