Quisiera cantar la melodía del viento,
y que tus manos me acaricien el alma,
tejer las notas de un amor eterno,
que resuene en cada rincón del mundo.
Mis dedos, danzantes entre los acordes,
susurran promesas en la madrugada,
el eco de tu risa se enreda en mis sueños,
y la pasión nos abraza en su llamada.
Tu mirada, es el faro en mi horizonte,
y mi corazón, es el piano que te canta,
entre susurros y risas se funden,
el amor florece donde la luna encanta.
Oh, qué dulce es este compás contigo,
bajo el cielo de un amor sin fin,
nuestros cuerpos se convierten en versos
que el viento recita sin un porvenir.
Que no queden sombras en nuestra danza,
que cada latido sea una canción,
en el alma se enciende la esperanza
y en tus brazos florece mi corazón.
Cada nota es un suspiro, cada acorde un beso,
en este concierto de amor sin razón,
canta el alma, arrullada por tu ser,
y en la eternidad se queda nuestra canción.
La luna es testigo de nuestros suspiros,
y el viento, cómplice de cada promesa,
nuestros cuerpos se entrelazan en silencio,
bailando al ritmo de una eterna belleza.
Tus labios son la nota que da vida al aire,
y mis manos, el ritmo que hace vibrar,
juntos componemos una sinfonía sagrada,
que en cada latido sabe a eternidad.
Entre cuerdas y acordes, mi alma te llama,
como el mar susurra al sol al final del día,
tus ojos reflejan un universo brillante,
y mi corazón, sin miedo, se entrega en armonía.
Tus caricias son como una melodía suave,
que se desliza entre mis pensamientos,
y cada beso se convierte en una canción,
que acompaña mis días y mis momentos.
Y cuando el silencio llegue con su manto,
será tu nombre el eco en mi pecho,
una melodía eterna que no se apaga,
como la estrella que brilla en el cielo lejos.
La orquesta de nuestros sueños nunca calla,
el amor es el compás que nunca se olvida,
y en la última nota, en un suspiro de paz,
nuestros corazones siguen cantando la vida.