El amor cae suave como una lágrima divina que besa la tierra con ternura infinita. Entre las sombras el cielo murmura y con su canto teje un velo de paz pura.
El tiempo se desvanece en su curso ligero, y la calma se derrama como un río sereno. La esperanza brota entre abrazos honestos, y todos se envuelven de amor verdadero.
Ese amor tan grande y profundo, encuentra su hogar en cada rincón del mundo. Y aunque el viento cambie y la marea se agite, aún en la tormenta el amor persiste.
Porque el amor es la semilla que germina en el alma herida, y al crecer sana lo que el corazón no olvida.
Como aquella mano vacía que buscaba un abrazo, mientras el corazón latía lento, herido por su rechazo. O aquellos \"te amo\" que el corazón nunca pudo soltar, por miedo a entregarse por completo, a dejarse amar.
El amor es el bálsamo que se ofrece sin condición, y transforma el sufrimiento en una canción. El amor nunca mira el ayer, solo vive el presente y lo abraza sin temer.
El amor no mide el riesgo ni calcula el daño, se lanza al vacío confiando en su tamaño. Tampoco mide la carga de lo que entregará y mucho menos se detiene a evaluar lo que recibirá.
El amor, sin duda se arriesga a caer, confiando que en la caída aprenderá a renacer.
Laura Meyer