Por el bosque hechizado, el río serpentea
entre las riberas azules del ogaño;
el ramaje saluda en el aire, flirtea
con un pintor que dormita bajo un castaño.
La vida florece con brillos de silencio,
yerbas de aromas frescas rizan un abrazo
de versos que dejan un mágico rocío,
algodones que te duermen en su regazo.
Los ruiseñores trinan coplas de tenores
en el sosiego solemne del viento ausente;
los nuevos sueños llueven besos de colores
sobre el fluir apacible que ríe elegante.
El raudal de vapores por la fronda avanza,
plácido discurre con su crisol viajero;
sobre el viejo puente, aparece una esperanza:
una dama besa a su noble caballero.