Antero

Hechos reales.

 

 

Dos miradas, dos tiempos, en un solo amor.

Un presente que mira fijamente al pasado

y otro que expresa (a medias) lo que siente.

 

Mirando el presente

Hay un silencio en mis ojos,

no me hablan lo que miran:

 

silencio sobre la mesa, desierta

silencio sobre las sillas, ateridas

silencios en la cama, deshabitada.

 

En la añoranza, que es mi coraza

(Cada vez más campos sin arar)

Cortina de piel inquieta, y rutilante

(La frontera que me separa)

 

¡Ay, realidad huidiza!, por distante

 

de esa otra que está callada, silente

(tan reservada como existente)

pero que es la esencia de mis amores

(ternuras reinantes, vigentes)

 

Nada me habla, todo se calla

y mis palabras ansiosas buscan

en los pliegues de una falda

las imposibles (ahora) respuestas.

 

Será por las otras ausencias

(aquella lejana infancia), ¡tan corta!

 

Que, dentro de aquella gran ternura,

como costura que, aún sellada, 

por las distancias, se quedó grabada

y aún se conserva, y aún intacta

como reflejo de una esperanza.

 

Inextinguible creencia, raíz y rama 

de la mirada que todavía me alumbra.

 

Hay un mutismo en mí mismo

uno que se resiste a la palabra

un silencio como refugio y amparo.

 

Tan imposible labranza

tan ausentes las aguas

tan resecas las tierras.

 

Y, en las despensas vacías

una oscuridad las inunda

(nada que llevar a la boca)

esperando nuevas cosechas

pero las dudas atenazan.

 

¿¡A qué labrar si no hay agua!?

 

Todo calla, nada me habla

y mis pensamientos buscan

en rescoldos, que aún alumbran:

 

las voces que me acunaban,

los besos preñados de ternura,

las manos que me sedaban,

la luz de aquellas miradas:

 

Dos estrellas que me salvaban

(Y que aún me salvan)

 

No hay huellas en las orillas

pero siguen las mismas olas

y son las mismas caracolas

la misma brisa salada

y las mismas voces encantadas.

 

~~/~~

 

Hay una voz que le puede al silencio

y una mirada que trasciende el tiempo

 

Una voz, dueña de los recuerdos

y una mirada, que me llega de lejos

 

De lejos, el calor de unos besos

y cercano, la brisa de sus manos

e inmediatas las caricias evocadas.

No hay huellas en las orillas

pero hay corales vivos en mi alma

 

¡Y caracolas que dulcemente me cantan!

Con sus voces más aterciopeladas

 

Su amada voz que me arrullaba

y sus ojos, la luz que me salvaba.

 

~~/~~

 

Viviendo un presente.

 

Hay una voz en mis ojos: que me habla lo que miran; me habla la mesa; me hablan las sillas; me habla la cama. Me hablan los tuyos, madre, de promesas de vida en tus brazos amantes. 

 

Hay en la piel de mi coraza, (cada vez más calcinada), como canción de seda, una voz que le habla de una realidad pasada, que, a esta otra tan cercana, le puede y es mi presente.

 

Todo me habla, y todo calla, madre,

y mis palabras buscan, y encuentran

en los pliegues de tu cálida falda

las posibles, por amadas, respuestas.

 

Será que no hay ausencia

de aquella cercana infancia.

Y, que, dentro de tu ternura,

(como costura que precinta)

se conserva siempre intacta,

el reflejo de la esperanza:

 

Tu mirada que me alumbra.

 

No hay mutismo en mí mismo, ni se resisten las palabras. Llega la labranza, llegan las aguas, ya florece la tierra, ya tienen flores, los campos, madre, tan doradas, sus espigas, como tus miradas.

 

En las despensas, llenas de esperanza, la inundas (todo llega desde tu boca). Son nuevas cosechas y las dudas son certezas: florece la tierra, ¡es tu agua, madre, son tus primaveras infinitas!

 

Toda calla y todo me habla

y mis pensamientos buscan

en el calor que me alumbraba

las voces que me acunaban.

Los besos con tanta ternura

de las manos que me sedaban

 

¡Ay, la luz de tus miradas, madre!, estrellas que me salvan.

 

Sí, hay huellas en las orillas, sí, y siguen las mismas olas, los mismos corales y la misma caracola.

 

Porque…

Hay una voz que le puede al silencio

y una mirada que trasciende el tiempo

 

Una voz dueña de los recuerdos

y una mirada que me llega de lejos

 

De lejos, el calor de unos besos

y cercano, la brisa de sus manos

 

Su voz amante que me arrulla

y la lluvia divina de su mirada.

 

Gracias, por tu voz de agua,

Gracias, por tus manos de seda

Gracias, por tu mirada eterna,

serena como un mar en calma

 

Gracias, Madre…, gracias.

 

Gracias por darle vida, con tu vida, a mi alma, la que te busca y siempre te encuentra, sonriente, amante, tan cercana como tu voz de agua, la que nunca se aparta de mis orillas que siempre, con amor, te evocan.