La desesperación abraza con garras frías,
susurrando al oído promesas engañosas.
En la oscuridad, donde el sol no se atreve,
la vida se pierde y el alma se quiebra.
Por ese camino pedregoso avanzo,
con pasos cansados de mi ser descalzo.
Cada piedra hiere, cada sombra pesa,
pero al fondo, una nueva luz que empieza.
En el horizonte, un destello pequeño,
una chispa de fe, un sueño sin dueño.
La tranquilidad me llama, serena y suave, como el murmullo del viento donde navega el ave.
Llega una esperanza, tenue pero cierta,
abre puertas donde antes todo era incierto.
El perdón se ofrece como cálido abrazo,
sanando heridas en su dulce regazo.
Así, entre sombras, encuentro mi ser,
el abismo se rinde al amanecer.
De la noche oscura renace el día,
y en mi corazón florece poesía.
G3