Destrocé un poema
con ayuda de una motosierra,
quería calentarme,
se me había quedado el alma en pena
y necesitaba de mucha leña,
a ser posible seca,
de esa que al echarla a una chimenea
huele y humea, abriga y templa
a la primera.
Y saltaron astillas de letras,
tarugos de versos repletos
de combustible para una década
y rimas rebeldes, ya cortezas
de árboles reconvertidos en poemas.
Recuerdo que apiñé las sinalefas,
despojé de maleza
las paradojas y prosopopeyas
y me fui a la cama a la espera
de que con los primeros calores
el sueño me envolviera.
Quedó de esta historieta,
un rescoldo
de cenizas y en ellas revueltas
un abecedario humeante de letras.
¡Que pena!
La vida corre lenta
y para cuando se cruza
una DANA, tragedia,
se ve todo diferente,
es como si uno supiera
que al otro lado
el lodo y el barro fueran,
algo que llega
para demostrar nuestras flaquezas.