A veces, en mi cama recostada,
Eros se aproxima; que descuidada.
Él balbucea peticiones alocadas:
\"Saca las cortinas; abre la ventana.\"
El aire veraniego entra, ardiente y tanto;
Tiemblan mis manos, hay fuego en mis adentros.
Gritan las paredes, chispas desatando;
No puedo detenerlo, está dentro.
Por más que intento, no puedo escapar.
Es mi condena padecer sofoco,
Cada verano que acudo a tu altar.
—Calla mujer, aprecia lo que provoco.
Comprendo, valoras ser querida,
Pero la veneración del cuerpo
Hecha sin contexto y sin medida
También, tiene poder y efecto.
Con los halagos mal vestidos
Y deseos envueltos en harapos,
A veces cometo descuidos
Y, sin querer, mojan tus zapatos.
Aquel fuego que arde incansable,
Y con su calor, enloquece tu razón,
Siempre te seguirá, implacable;
Yo soy deseo, amor y pasión.